Arden las pérdidas, decía Gamoneda, porque el ser humano debe acostumbrarse cuanto antes a perder en el mismo lado de su voluntad, a olvidar. No sólo podemos perder a los que amamos, también perdemos los momentos, hechos de una edad y una emoción irrecuperables, que fotografiamos y llenamos de palabras. Fotos y palabras que engañan sólo al espectador, nunca a los protagonistas, nosotros que levantamos el pasado cubriendo su polvo, igualando sus virtudes para soñarlo a corazón abierto… El engaño fue siempre no sentir.
Porque el polvo se evidencia siempre en el presente, en el contraste del tiempo acantilado de estos días, cuando aquellas sonrisas, aquellos besos, ahora duelen y saben a tristeza.