viernes, 17 de febrero de 2012

DESEMBARCO

Recuerdo bien aquella cuesta blindada de persianas que seccionaban nuestros pasos a los inconfesables bellos durmientes, con un sol comulgado en sus entrañas, y aquella tarde que era un eco emulador del amanecer perdido en espesura de almíbares confusos. El momento simple es el mejor inédito que puede silenciarnos ahora, entre tanto agradecimiento evolucionado por la versalita, callarnos como un par de bicicletas supurando lenta herrumbre en el paredón desconchado de este escenario sin telón amable que funda nuestras cegueras, y devolvernos a lo invisible de donde partimos, lo más lejos de esta otra cordura.