lunes, 25 de febrero de 2013

MIRADOR

Un tren atraviesa en el paisaje indistinto, la tierra negra, el cielo negro, penetrando la fría noche de calor y destino. Los viajeros no saben que alguien espía su vuelo, ese alguien que puede imaginar el posado de sus rostros, las suaves manos sobre las suaves hojas del libro, los largos besos reflejados en el otro tren...  La luz les encierra, su veloz escaparate vende escurridizos retazos de tiempo universal.

O huidas flechas de memoria.