domingo, 11 de marzo de 2012

TÚ Y YO

El buen vecino, el buen amante, el buen amigo, el buen hijo, el buen hermano, el buen marido, el hombre bueno. ¿Dónde queda la más justa medida de nuestra bondad? Estamos más dispuestos, creo, a poner el punto sobre la "i" pasiva, a determinar la medida de los otros, a reducir la longitud de aquellos tentáculos de relación humana que no alcanzaran nuestro interés, mayor o menor pero siempre casual. Y es por esta casualidad, de tendencia reduccionista, que se genera el artificio de un reconocimiento que obliga a condecorar antes al crítico, al voto antes que a su voz, alejándonos de la verdadera necesidad de una expresión innecesaria. Este mal, que lo es por estar lleno de contradicciones, es muy probable que proceda de esa actitud social tan primaria y ya fuera de cuestión: la identificación por roles estables, trasladables, y su acumulación en un mosaico que nos despersonaliza.
Lo que soy y lo que eres para mí, lo que soy para ti y lo que eres. Por qué no regresar a la bienaventurada simpleza que nos ha salvado como animales.




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