viernes, 7 de enero de 2011

MÚSICA ESENCIAL

Cuando se mira al paisaje, uno no puede volver a concebirlo faltando de él alguna de sus montañas, el río que las inunda o cualquier otro de los elementos geológicos, porque no se puede prescindir de nada que pueda formar parte de un todo cuando es esencial y característico. En el plano de la Música Clásica hay obras a las que se les puede atribuir esta cualidad de conformar la esencia de todo el género. Hablar del vigoroso Beethoven en su quinta, del más popular Mozart, del trasnochado Chopin, de todos aquellos objetivos mínimos de las colecciones quiosqueras, llámense Canon de Pachelbel, Vivaldi y su pizza cuatro estaciones, Albinoni enterrado una y otra vez en su adagio... en lo más superficial de la sinceridad, con su escaso mérito, a los aficionados más añejos nos ha venido trayendo de cabeza. Estamos un poco avergonzados por el estigma de los the best, de los highlights, de los adagioskarajan, pero se nos ha escapado el debate real que acabaría reconociendo a estas obras su papel metonímico, imprencindible para el conjunto.
La música suena realmente así.



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