viernes, 13 de mayo de 2011

PADRES DE LA IRA

Siete son los pecados capitales, un número que muchas religiones identifican con lo bueno o lo perfecto. Curioso. Digo yo que dentro del redil de los pecados lo capital no es precisamente avisarnos de que viene el lobo, lo que es en definitiva el hombre para sí mismo para sí mismo como individuo, no para los demás—, porque si asume el incumplimiento de sus condicionantes morales, reconociendo su ambivalencia como origen y destino de los mismos, puede usarlos para empezar de nuevo la cuenta. Esto es, indudablemente, muy útil.
De todos, la ira sea quizá el más racional, si es que la razón pudiera auditar al catálogo. Dante la definió como un amor por la justicia, aunque pervertido por la venganza y el resentimiento. Un amor al fin y al cabo por un equilibrio que luego abandonamos con su víscera al aire, latiendo, pero que siempre prefirió hacerse valer por sus propios medios. En la escasez podríamos encontrar la degeración, no hay virtud que aguante dos asaltos.
Lo digno del pecador está en no sentirse libre de lo que nunca pudo llegar.




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