miércoles, 8 de junio de 2011

CREER PARA VER

Con tantas cosas se equivocó creyendo la paloma de Alberti —el mar era el cielo, el trigo era agua, aquel corazón su casa— que acaba uno emocionándose con el valor de tanta creencia capaz de dignificar esta sensibilidad del error. Poca disertación merece lo incuestionable, no es útil, el objeto real es un mero accidente que nos precede y nos obvia. Las apariencias, sin embargo, conforman y confirman nuestra percepción, buena parte de lo que somos, nuestra poesía, que cree antes de crear y no necesita de sí misma más que seguir volando con confianza.




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