martes, 17 de enero de 2012

ELEMENTAL

La noche cierra todas nuestras ventanas con esa ferocidad doméstica de los hábitos ancestrales, para simplificarnos en materia interna que no siempre, o nunca con excepciones, es sosiego elemental como el aire, la tierra o su fuego. Acaso arte efímero de la improvisación, quedamos condenados a muerte por el abuso de una prueba visual que termina poniendo todo fuera de nuestro alcance.
La noche duerme, mientras nuestro instinto sigue custodiando esa inocencia disculpada que certifica un origen animal, imperfecto en la multitud de sus conciencias no creadas, perfecto en su natural abundancia.




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