viernes, 11 de febrero de 2011

SIETE RASILLONES

El Tío Elías descansa en paz, es ahora la frase hecha que más nos conforma en su ausencia. Mientras el albañil ha ido cerrando con maestría su nicho, siete rasillones y una cantidad perfectamente calculada de masa de cemento, se ha podido escuchar el rebuzno lejano y oportuno de un animal de carga. Ha llegado como un quejío disipado bajo el cielo abierto, un casual homenaje al hombre que tanto quiso a sus bestias, que dominó todos los lenguajes desde el silencio, ese seguro servidor. Nadie como él comprendió a los niños, ni fue comprendido con tan abundante y agradecida sencillez, de manera que las almas de nuestra infancia allí convocada lo han rodeado, han cercado su último cuerpo como un aura irrenunciable, propia y definitiva, mientras se iba cerrando también, al mismo ritmo, la ventana de su eternidad.
 
 
 

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