lunes, 19 de septiembre de 2011

LATENCIA

Todos y cada uno de nuestros gestos libres pueden ser el indicio mínimo de las grandes maneras de realizar la vida, también de comprenderla o aceptarla sin llegar a comprender. La temeridad, por ejemplo, acaba siendo el vestigio de una conducta global suicida, alejada de los límites que nos protegen. Y con la misma determinación, un exceso de celo nos despersonaliza en un tiempo y un espacio a los que, seguramente, nunca perteneceremos careciendo de voluntad y riesgo. Cuestión de coordenadas y una buena dosis de orientación... Es posible que vengamos confundidos por una educación que concentró su paternalismo más sobre la razón y no tanto sobre la necesidad, de manera que la propia conciencia de estos gestos y su trascendencia es, si aún no nos ha llegado, de alcance urgente. Para reavivar ese instinto que tan sabiamente sostiene esta red nuestra de hombres individualizados e interdependientes.





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